A menudo hablamos de ello, porque es nuestra razón de ser: la lucha contra el desperdicio de alimentos es algo que nos preocupa mucho. Pero, en la práctica, ¿cuál es el impacto de los productos que acaban en nuestros contenedores cuando podrían comerse? Abróchense los cinturones y echemos un vistazo al desperdicio de alimentos y sus consecuencias.
Desperdicio de alimentos: ¿de qué estamos hablando exactamente?
Empecemos con un breve recordatorio: el desperdicio de alimentos no consiste sólo en tirar las sobras de las comidas, tirar el yogur a la basura o dejar el queso al fondo de la nevera, ¡ni mucho menos! Si bien es cierto que un tercio del despilfarro alimentario lo provocan los particulares, no somos los únicos culpables.
La sobreproducción, el sobredimensionamiento, la mala gestión de las existencias o el incumplimiento de la cadena de frío: los implicados en la producción y la distribución también tienen parte de culpa.
Aunque la primera imagen que nos viene a la mente cuando pensamos en el desperdicio de alimentos suele ser una pieza de fruta marchita olvidada en una cesta, las frutas y verduras no son los únicos alimentos afectados. Los productos lácteos, las bebidas, la carne, el pescado y los cereales también se tiran en grandes cantidades.
En Europa, se desperdician 88 millones de toneladas de alimentos al año, es decir, 241 mil toneladas al día (ADEME, 2021). Por último, a escala mundial, ¡se calcula que se desperdicia un tercio de los alimentos producidos para el consumo humano! Son muchas zanahorias retorcidas a la basura.
El tercer país más contaminante 🥉
Para producir, envasar, transportar y cocinar nuestros alimentos se utilizan muchos recursos, desde electricidad hasta materias primas. Al tirar esta comida, ¡es como si desecháramos todos estos recursos a la vez! Además, estos residuos no desaparecen sin más: los vertederos y las incineradoras generan una enorme contaminación atmosférica, terrestre y marina.
La huella de carbono de los residuos alimentarios es, por tanto, enorme: representan el 8% de las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el mundo. Según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), si los residuos alimentarios fueran un país, sería el tercero más contaminante, sólo por detrás de China y Estados Unidos.
El desperdicio de alimentos es también un derroche monstruoso de agua: por ejemplo, una baguette que no se vende y acaba en la basura habrá necesitado 200 litros de agua para su elaboración, el equivalente a una bañera llena hasta los topes.
En total, la comida que se desperdicia cada año representa una pérdida de 250 km3 de agua, es decir, treinta veces el lago Ness: Nessie 🦕 no debe estar contenta...
Solo una foto del Lago Ness para ver el tamaño
Desperdicio de alimentos y dinero malgastado
No es nada nuevo: el desperdicio de alimentos tiene un enorme coste económico. Tirar comida es como tirar dinero a la basura.
Los residuos nos cuestan unos cien euros por persona y año: ¡el equivalente a una semana de compras para un hogar con niños!
Por parte de los productores, el impacto financiero de los residuos también es significativo. Basándose en un estudio realizado con una docena de explotaciones, ADEME estimó que los residuos representaban una pérdida del 20% de su volumen de negocio.
Ya sea por una clasificación demasiado estricta, una mala manipulación que daña los alimentos o un embalaje deficiente, los agricultores también se ven obligados a tirar parte de su producción, lo que reduce directamente sus beneficios.
Desperdicio de alimentos: manzanas desperdiciadas al borde del campo
Menos desperdicio, más reparto: una cuestión ética ¿Quién no ha oído de niño la famosa frase "termínate el plato, que hay gente que pasa hambre en el mundo"? Resulta que nuestros padres no se equivocaban: con sólo la mitad de los alimentos que desperdician los países industrializados cada año, podríamos alimentar a todas las personas que sufren malnutrición.
Así que no vamos a decirte que acabarte tu plato de espinacas acabará con el hambre en el mundo. Sin embargo, el despilfarro de alimentos plantea sin duda una cuestión de ética: en España, el 13.3% de los hogares sufre inseguridad alimentaria (El Confidencial, 2022).
Se prevé que en 2050 la población mundial alcance los 9.000 millones de habitantes, por lo que ya es hora de que acabemos con el desperdicio de alimentos para que todos podamos tener suficiente para comer.
Combatir el desperdicio de alimentos es un reto colectivo.
Del campo al plato, todos somos responsables de una parte de los alimentos que se desperdician. Los gobierno de todos los países toman medidas para limitar el desperdicio en la distribución y la restauración. En Francia, nuestro país vecino, por ejemplo, ¡el objetivo es reducir a la mitad este desperdicio de aquí a 2025!
En nuestros hogares, la comida se desperdicia a menudo porque no se ha almacenado correctamente o porque ya ha pasado su fecha de caducidad. Pero hay formas sencillas de evitar tirar comida que podría haberse consumido:
- Antes de hacer la compra, haz una lista para evitar comprar duplicado, o mejor aún: planifica tus menús con antelación para comprar sólo los alimentos que necesites;
- Compra las cantidades adecuadas a granel o por porciones;
- Utiliza las sobras de comida en recetas anti-desperdicio, o congélalas (práctico para las tardes perezosas 😴 )
- Guarda los productos frescos con la fecha de caducidad más próxima en la parte delantera de la nevera.
Y como en los restaurantes también se desperdicia, ¡no olvides pedir tus sobras para llevar! Desde el 1 de julio de 2021, los restauradores están obligados a ofrecerte un tupper 😉.
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